Esta
obra de Arturo Pérez Reverte, comienza con un señor entrando en vejez, aunque
aún se conserve, que subsiste dando clases de esgrima a hijos de
gente adinerada que considera la esgrima un arte que los nobles deben
saber realizar. Jaime Astarloa era un hombre al que no le gustaba meterse en
temas de política, aunque conservaba amigos en política. Un día llaman a su
estudio donde realizan las clases de esgrima sus alumnos y se
sorprende al ver a una señora, con intenciones de recibir todo lo que sepa el
maestro sobre esgrima. Don Jaime Astarloa, le dejó claro que no le parece
coherente y bien que una señora de clases de esgrima, ya que piensa que es
un arte para varones. En cambio, Adela de Otero, le demuestra que tiene dotes
para la esgrima y le acaba convenciendo para que le enseñe a realizar
la estocada de los doscientos escudos. Al tiempo la señora Adela de Otero,
desaparece y se descubren un cadáver que es de un amigo de Don Jaime Astarloa,
Don Luis de Ayala, el cual le había confiado un sobre antes de morir al mismo
Jaime Astarloa. Se sabía que Luis de Ayala había sido asesinado en su casa y a
punta de florete. Por lo que la policía llamó a Jaime Astarloa para ver si
sabía algo sobre el crimen. La policía nombró a esta señora, Adela de Otero, y
lo único que Don Jaime pudo decirles es su domicilio, aunque la policía ya se
había adelantado, y no había nadie en él. A las horas, la policía vuelve a
ponerse en contacto con Don Jaime, el cual estaba hablando con su amigo y
político, Don Cárceles, sobre los documentos que le confió Luis de Ayala a
Jaime Astarloa antes de ser asesinado. Don Jaime se tuvo que ir con la policía
y Cárceles se quedó en su casa, inspeccionando a fondo los documentos. Ya en la
morgue con la policía, Don Jaime se encuentra con un cadáver, supuestamente de
la señora Adela de Otero. Descompuesto por la noticia, volvió a casa, con
esperanzas de encontrarse con Don Cárceles, con la sorpresa de ver una nota
encima de la mesa, que le comunicaba que se había marchado. Furioso, se dispuso
a ir a su casa, a pedir explicaciones y se encontró con que no había nadie y
asomando por la mirilla, la puerta estaba cerrada con llave, por dentro.
Recordó que la casa de su amigo tenía una terraza y podía entrar por ahí, lo
malo es que tenía que atravesar el tejado. Una vez dentro, se dirigió a la
habitación de su amigo y lo percibió, atado de pies y manos, mutilado, pero no
muerto. Con mucho terror, Don Cárceles, gritó que él ya no sabía nada más y que
los documentos los tenía Jaime Astarloa y que suplicaba que no le hicieran nada
más. En ese momento sintió algo detrás de él, y pudo retirarse a tiempo, lo cual
le salvó la vida, tuvo que pelear con dos hombres a oscuras, pero sobrevivió,
rompiéndole a uno la nariz y a otro clavándole dos tajadas, en el brazo y otra
en la ingle. Fue llevado a hablar con el fiscal de policía Don Campillo. Este
le recomendó salir de la ciudad porque posiblemente fuera el siguiente en
morir, su amigo Don Cárceles, acababa de morir a causa de la mutilación para
sacarle información. Ya en casa, decidió enfrentarse a la muerte, ya que no le
tenía miedo y estaba preparado para ella. Ya había vivido mucho y tuvo muchas
historias, no tenía nada que perder. En casa dejó todas las velas apagadas
salvo una, que dejó casi apagada en el descansillo de la casa, vio aparecer una
silueta femenina, era la de Adela de Otero. Que le contó una historia, de un
hombre que le dio un sentido a su vida, que daría y haría todo por ese hombre.
Lo hizo, asesinó a Luis de Ayala por saber más de la cuenta y contrató a dos
hombres, los mismos con los que tuvo que luchar a oscuras Don Jaime, para
mutilar a Don Cárceles y asesinar a Lucía, la que era la sirvienta de Adela de
Otero, que tenía un especial parecido, para así dar por muerta a Adela. Adela
no fue a casa de Jaime de Astarloa porque sí, fue por un motivo, una carta, una
carta que pondría en peligro al hombre que tanto le debe en esta vida Adela. Al
principio negaba tener la carta, pero se dio cuenta de cuando abrió el sobre
con los documentos, se le cayeron todos al suelo y la carta se pudo quedar por
debajo de algún mueble. En efecto ahí estaba, debajo de un estante. Adela de
Otero se le insinuó a Don Jaime, haciéndole creer que se iba a acostar con él,
solo para conseguir la carta. La obra termina con un duelo entre ellos dos,
poniendo en práctica los movimientos de esgrima.
En mi opinión esta obra es magnífica, mezcla el arte de la esgrima, con el suspense de asesinatos y lo terrorífico que puede llegar a ser la política. Un dato que no me di cuenta hasta el penúltimo capítulo, es que cada capítulo se denomina como un movimiento en la esgrima y en un subíndice te explica el movimiento en sí y lo relaciona con lo que pasará en el capítulo. La obra contiene 8 capítulos, densos y con mucho contenido. Es una obra que sin duda recomendaría a cualquiera, porque el estilo no es para nada antiguo, teniendo en cuenta que salió en 1988. Sin dudarlo la volvería a leer, porque siempre te puede llegar a sorprender, cualquier detalle, o situación, están bien descritas, hasta los movimientos que hacían en las clases de esgrima.
En resumen, espectacular.
Gema García Moreno (2023)
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