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domingo, 8 de enero de 2023

La joven de las naranjas

 


Un día Georg, un joven de 15 años, recibe la visita de sus abuelos, quienes le entregan una carta escrita por su padre, ya fallecido hace más de 9 años y del cual Georg apenas recordaba nada. Los abuelos la habían encontrado casi por casualidad en el desván de su casa y que iba dirigida para él. Georg se encuentra en plena adolescencia, es un joven inteligente, sensible y bueno, lleno de preguntas y dudas sobre la vida, sobre su futuro. Vive con su madre y el padre de sus dos hermanastros, que, aunque la relación es buena, siente el vacío propio de quien ha perdido algo importante, aunque en ese momento no sabe qué.

Inicia la lectura de la carta, que le había escrito su padre, que murió cuando él tenía cuatro de una dura enfermedad. Era médico, por tanto, consciente de su enfermedad desde el principio, supo que moriría y se perdería el resto de la vida, que no vería a su hijo durante su adolescencia, su juventud o su madurez, así que decidió escribirle una hermosa carta, un relato de amor lleno de preguntas y respuesta. La historia de la joven de las naranjas, una historia de amor, que acaba con un final feliz, que contrasta con el suyo, que acaba con su muerte, pero no con el amor que siente por su hijo y por su familia. La carta supone un salvoconducto para la vida de Georg.

Todo empieza con un encuentro casual, quizás como el encuentro de la carta, una metáfora de qué significan las casualidades que quizás no lo sean tanto.

La historia te engancha, también inquieta, sientes tristeza, rabia, ira. Conmueve comprobar el amor que está presente en toda la novela, pero sabes desde el principio que no te gustará el final, sin embargo, es hermosa, llena de preguntas y respuestas, me ha gustado comprobar que el amor y la casualidad tiene una relación real. Uno de esos libros que subrayas y que estoy segura volveré a leer muchas veces, acudiré a él de vez en cuando.

 

María Giménez Pastor (2023)

miércoles, 5 de enero de 2011

El mundo de Sofía


El Mundo de Sofía es una novela filosófica que incita a reflexionar sobre nosotros mismos y sobre el mundo que nos rodea. El libro comienza con la presentación del personaje protagonista que en este caso es Sofía, una adolescente de catorce años que vive en un tranquilo pueblo de Noruega. Un día ordinario en la vida de Sofía, al llegar a casa tras el instituto acompañada de su amiga Jorunn, hallaría un sobre amarillo dentro del buzón destinado para ella, que cambiaría no sólo el transcurso de su vida sino también replantearía su manera de ver la vida.
En el sobre amarillo solamente se podía ver el nombre de Sofía Amundsen, ni siquiera ponía remitente por lo cual no podía averiguar por el momento de quién se trataba. Dentro del sobre se encontró un trozo de papel en el que ponía ¿Quién eres? Esa pregunta le hizo reflexionar sobre su origen y sobre el papel que jugaba en este mundo. Sofía seguiría recibiendo cartas de este anónimo, hasta que un día le contestara con otra carta en la cual le exponía que podría presentarse. El anónimo respondió que por el momento no podían presentarse en persona pero sí podía hacerle saber su nombre que era Alberto Knox.
Alberto le proponía un curso de filosofía mediante correspondencia totalmente gratuito puesto que Alberto exponía que solamente se movía por ansia de conocimiento, no por motivos económicos. A partir de ese momento el perro de Alberto, Hermes, sería el encargado de hacer llegar las cartas a Sofía, las cuales depositaría en el jardín debajo de unos arbustos en los cuales Sofía solía esconder algunas posesiones. El intercambio de conocimientos entre Alberto y Sofía seguiría un transcurso normal, en el cual Sofía aprendió sobre temas filosóficos como el origen de la filosofía y sus principales personajes y poco a poco iría adoptando el punto de vista filosófico de su mundo.
Entre el amplio correo que Sofía recibía de Alberto se podría destacar una cinta de vídeo, en la cual Sofía pudo ponerle cara a su profesor de filosofía por correspondencia. Era una filmación en la cual Alberto iba explicando a Sofía las distintas partes de la Acrópolis. Además de la explicación teórica también pudo sumergirse junto con Alberto en la antigua Atenas, en la cual conoció a Sócrates y a Platón y pudo observar el trágico fin del filósofo más grande de todos los tiempos. A la mañana siguiente Sofía tendría el despertar más confuso de toda su vida, pues todavía no podía creer que había dado marcha atrás en el tiempo para situarse en la antigua Atenas.
La intriga y la curiosidad conducirían a Sofía a descubrir más de lo que debería saber. Un día en el que pudo ver cómo el perro del filósofo, Hermes, se acercaba a su jardín para dejarle el nuevo sobre tuvo el impulso de seguir al perro, por lo que Sofía se adentró entre la espesa vegetación que había detrás de su casa hasta llegar a un lago un tanto misterioso, el cual le transmitía una sensación intimidante que le hacía sentirse incómoda. En el centro del lago se podía vislumbrar una vieja cabaña abandonada, a la cual se podía acceder mediante una vieja barca de remo encallada en la orilla del lago.
Sofía tomó la barca y remó hasta alcanzar la cabaña, la cual estaba dispuesta a explorar. Una vez dentro de aquella cabaña confirmó que en aquella cabaña no vivía nadie, pero le llamó la atención un extraño espejo en el cual se reflejaban imágenes de una joven de su edad y no solamente eso sino que también se podía atravesar, como una puerta hacia otro mundo. Sofía salió asustada de aquel sitio y no volvió hasta un tiempo.
Pasado ya un tiempo, Sofía volvió a ver al perro, pero esta vez estaba totalmente decidida a seguir al perro para encontrar al filósofo. Esta vez siguió al perro hasta llegar a otra cabaña en el bosque. Una vez que el perro se introdujo en la cabaña se quedó parado, y para su sorpresa el perro adoptó la forma de un humano: era su profesor de filosofía, Alberto Knox.
Una vez que Sofía y Alberto se presentaron formalmente se produjo una explosión que ocasionó una fisura en la pared, la cual cruzaron y se encontraban en el periodo temporal europeo del Renacimiento. El profesor y la alumna aprovecharon la ocasión y se sumergieron en aquella época y aprovecharon para conocer más de cerca a personajes como Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel, William Shakespeare, etc…
Una vez de vuelta Sofía se puso a pensar en todo, investigó en las cartas que recibió de su profesor de filosofía y encontró una postal escrita en el reverso destinada a una tal Hilde Moller Knag la cual casualmente también tenía 14 años y casualmente iba a cumplir los 15 el mismo día que ella, que era dentro de unos pocos días. En el reverso de la postal se podía ver una imagen de un señor, aparentemente un militar de la ONU por el casco azul que llevaba. Era una felicitación de cumpleaños de un padre hacia su hija.
Adentrados ya en el día del cumpleaños de Sofía, su madre preparó una merienda en el jardín a la cual invitaría a los amigos de Sofía y su profesor de filosofía. Durante la celebración, ya sentados a la mesa, Alberto Knox y Sofía expusieron su deducción sobre la pregunta ¿Quiénes somos? Pues bien, ellos habían llegado a la conclusión de que eran unos personajes pertenecientes a una novela la cual estaba atada a los deseos del autor de ella, puesto que ellos sólo eran producto de la imaginación de una persona. En plena merienda un amigo de Sofía, aturdido, cogió un coche y lo condujo hasta estrellarlo con un árbol cercano. Todos acudieron a su ayuda, menos Alberto y Sofía, que se dirigieron apresurados a la cabaña del lago, la cual Sofía sospechaba que era el origen de todo lo que sucedía puesto que el espejo era la puerta de acceso entre la imaginación y el mundo real.
Una vez en la cabaña Sofía y Alberto atravesaron el espejo y fueron conducidos hasta un lugar en el cual nunca habían estado. Era la casa de Hilde Moller Knag, es decir el mundo real. Pero en aquel mundo ellos no podían comunicarse con las personas, puesto que no eran personajes reales. Sofía y Alberto estuvieron un tiempo en aquel mundo y pudieron observar el regreso al hogar de aquel hombre que salía retratado en aquella postal con un casco azul, y confirmaron su tesis de que solamente eran parte de una novela que aquel hombre escribía para su hija Hilde. Por lo que se sintieron realizados y satisfechos dando respuesta a las preguntas más importantes para un filósofo: ¿Quién soy? y ¿De dónde vengo?


Álvaro Vidal González (1º Bach F. 2011)