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domingo, 5 de diciembre de 2010

La divina comedia


Escogí esta obra del toscano Dante Alighieri para que fuese clasificada como la mejor obra que he leído en mi vida.

Comencé a interesarme por ella hasta tal punto que llegué a introducirla en mi vida diaria: buscaba una frase para cada momento, escribía composiciones con la fija y enfermiza idea del paisaje infernal, de la Laguna Estigia... Imaginaba constantemente cada condena, cada tortura... Imaginaba a las condenadas almas saltando para huir de la pez hirviente; al desgraciado que consiguió escapar y fue fieramente descuartizado por las garras del Can... La frustración que esta alma descuartizada sentiría al volver sus miembros a unirse para hacer eterno el castigo.

Hasta tal punto llegó a entusiasmarme que memoricé unas frases que murmullo continuamente cuando hay un mal presagio o cuando recuerdo la visceral tortura de la maldita e inútil prueba de Selectividad: "Por mí se va a la ciudad del llanto; por mí se va al eterno dolor; por mí se va hacia la raza condenada". "¡Oh vosotros, los que entráis, abandonad toda esperanza!".

La obra trata sobre un viaje al más allá; es una alegoría en la que el mismo autor es el protagonista, junto con Virgilio y su siempre admirada y divinizada Beatriz. A pesar de tener tres partes (Infierno, Purgatorio y Paraíso), la que más me impactó fue la primera, la cual me sirvió para meditar acerca de la gran simbología que presenta y la gran influencia que ha proyectado a lo largo de la historia.

Esta obra me hizo enamorarme aún más de Italia, de sus gentes, de su música, de su cultura y, por supuesto, de su sonoro y armonioso lenguaje. Gracias a ella pude clasificar en cada círculo infernal a cada uno de mis enemigos y aplicarles con grandes dotes de fantasía el castigo que merecen. Tanto manipuló la pluma de Dante mi mente que despierto frecuentes veces tras un sueño angustioso en el que yo soy vilmente castigada y devorada por una de las tres bocas de Lucifer, tal como lo fue Judas.


María José Ruiz Salazar (2º Bach D. 2010)

lunes, 25 de octubre de 2010

Otelo


Me encontraba leyendo esta obra de Shakespeare apaciblemente, mientras escuchaba al fascinante Antonio Vivaldi, lo cual hizo que la paladease aún más.

Antes de leerla, vi una ópera de Giuseppe Verdi, en la que Plácido Domingo interpretaba al bárbaro Otelo (aprovecho para decir que me pareció una interpretación magnífica, a pesar de que se diga lo contrario). Tras terminar de admirar este espectáculo tan solemne, comencé a buscar entre la extensa biblioteca que tengo en casa un dichoso libro en el que pudiese leer la obra... ¡y lo encontré!

Me sorprendió el enorme giro que el antes noble Otelo dio tras dejarse llevar amargamente por las envenenadas palabras del pérfido Yago y, sobre todo, me asombró el límite hasta el que sus celos por la casta Desdémona llegó a elevarse.

Es una obra que recomendaría sin lugar a dudas; una obra, en mi opinión, nada anacrónica, que puede incluso reflejar parte de la cruel realidad existente hoy en día. Hablo, pues, de aquellos hombres (más que hombres me atrevería a calificarlos de homínidos en proceso de desarrollo) que se dejan llevar cual una veleta por la aprensión y el vano sentimiento de posesión que tienen hacia sus parejas y que los conduce hacia la demencia y, posteriormente, hacia la violencia y el sadismo.

También pude observar que en realidad existen millones de "Yagos", y puedo testificar que he conocido a más de uno: gente ambiciosa hasta llegar a la perdición, sin escrúpulos; gente inhumana que sobrepasa los límites de la traición sin importarle el daño que pueda ir causando.

Otelo es, sin lugar a dudas, una tragedia; aunque he de reconocer que su final es triste, tampoco puedo negar que el suicidio de Otelo me alegró, pues encuentro intolerable el maltrato hacia la persona a la que supuestamente se ama. También añado que me pareció justo que el apóstata Yago fuera sentenciado por Casio, que era inocente y siempre tuvo un comportamiento muy noble con este ser endemoniado.

En definitiva, Otelo es una obra sublime; William Shakespeare, un excepcional dramaturgo; y Giuseppe Verdi, un genio que supo adaptar virtuosamente este drama a la música.


María José Ruiz Salazar (2º Bachillerato D. 2010)