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viernes, 18 de enero de 2013

Chiens et chats




Teo vive en Francia, y tiene 12 años. Sus padres estaban trabajando cuando él llegó a su casa del colegio. Allí le esperaba su perro Spoutnik, es un perro pequeño pero juguetón. Al abrir la puerta pasa por delante de su jardín un camión, y de repente se oye una explosión. Teo se dirige hacia el buzón, ¡le estaba saliendo humo del interior! Al acercarse vio unos sobres a trozos rojos por el suelo: ¡eran petardos! Habían metido petardos en el buzón, pero no era lo único que había: también había un sobre blanco. Al abrirlo hay un papel que dice: "Odio a los perros". Teo, asustado, decide coger a Spoutnik, y entrar a la casa de nuevo Teo pensaba si llamaba a su padre, pero... ¿qué le diría? De todas maneras no podría hacer nada, pues sus padres estaban trabajando, y no podían venir. Teo tenía que volver al colegio, así que decidió ir a la policía después de clase. Y así lo hizo. Después de clase Teo y Spoutnik fueron a la policía. El agente que les atendió no era muy alto y tenía poco pelo. Teo le contó al agente lo que le había sucedido. El agente le aconsejó que hablara primero con sus padres, pero de todas maneras Teo le dio su número de teléfono y su dirección al agente. El agente le preguntó si tenía problemas con sus vecinos, pero en el barrio donde vive Teo todos los vecinos tenían perro, así que el agente le dijo que ya lo llamaría.
Al llegar a casa los padres de Teo, les explicó lo sucedido, así que los padres de Teo y Teo fueron a ver a la vecina de enfrente, y le pidieron que abriera el buzón.
La señora Germaine abrió el buzón. Allí había publicidad, cartas personales y un sobre blanco anónimo. En el interior del sobre había otro papel y en este ponía: "Muerte a los perros". Los padres al ver esto decidieron convocar a todo el barrio en su casa. Vinieron todos, y resulta, que en los buzones de algunos vecinos, además de las cartas también había paquetitos de veneno, trampas para ratas... Estuvieron ideando un plan, al final tras mucho pensar, decidieron que el padre durmiera en el jardín dentro de una tienda de campaña, con los perros rodeándola. Al cabo de un tiempo se oyó un ruido: ¡eran los basureros! Eran ellos los que ponían las cartas, los petardos, el veneno...
Tras una larga discusión, resultaba que las bolsas de basura siempre estaban rajadas y al cogerlas se les destrozaban, pero no podían ser los perros, porque dormían por la noche dentro de las casas. Entonces.... ¿quiénes eran los que rompían las bolsas?.... Y tras mucho pensar cayeron en la cuenta. ¡Eran los gatos!

Melani Cascales (2º ESO B. 2013)

jueves, 27 de septiembre de 2012

Septimus y la magia negra




La noche es oscura y tormentosa. Y esa misma noche, Marcia Overstrand, la Maga Extraordinaria, es visitada por un antiguo fantasma amigo suyo, Alther. El fantasma, muy alto y de cabellos largos y blancos recogidos en una cola de caballo, viste la túnica de Mago Extraordinario cubierta de sangre. Parece frustrado.
-¡Alther! -exclama Marcia-. ¿Qué estás haciendo?
-Tú me pediste que le siguiera la pista a Tertius Fume y que te avisara cuando lo encontrase. Y ahora está en lo alto de la Torre del Mago, en la Mazmorra Número Uno.
Al entrar a la mazmorra Marcia contempla a Tertius un fantasma fulgor verdoso que relumbra en la oscuridad. Marcia estaba pronunciando el hechizo que desterraría a Tertius, pero Tertius agarró a Alther de manera que los dos fueron desterrados.
Simon, un amigo de Marcia, entraba en su habitación y de repente la puerta se cerró con pestillo sola, y a Simon se la apareció La Cosa, un puñado de harapos y huesos que se sentaba en su cama, y no podía, mucho menos mirarle a los ojos.
- Tienes que venirte conmigo, según el contrato que un día firmaste con tu difunto amo. Aún estás atado.
A la mañana siguiente, fue el cumpleaños de Septimus, era su decimocuarto cumpleaños que es el doble del número mágico 7. A Septimus toda la gente le hacía regalos y los aceptaba todos excepto los amuletos de buena suerte. Septimus iba a empezar su semana oscura, donde tienen que elegir una misión que ellos se pongan, y Septimus quiso bajar a las Antesalas de las profundidades para rescatar a Alther, que fue desterrado por error. Septimus estaba en el saloncito de estar de Marcia, sentado en un pequeño taburete junto al fuego, con el diario del Aprendiz entre las rodillas, lo tenía abierto en la página que decía Semana Oscura. Marcia sabía que la Magia más poderosa que Septimus usaría en la próxima etapa de su aprendizaje necesitaba una conexión personal con la oscuridad, le asustaba. Pero esa misma noche, había luna negra y era el momento más efectivo para que Septimus empezara su semana oscura.
Septimus le preguntó a Marcia que si ella tuviera una oportunidad de volver a traer a Alther de vuelta, ¿la aprovecharía? Ella le dijo que sí, pero es que ella no tiene ninguna posibilidad. Al oír eso Septimus se alegró, y le dijo a Marcia que partiría a la medianoche. Entonces Marcia le entregó una Llave de hierro, que abría la puerta de la Mazmorra Número 1, aunque a Marcia no le parecía una buena idea que partiera esta noche, pues había luna negra y era más peligroso. Más tarde, Septimus se fue a hacerle una visita a Marcellus. Tal y como le había prometido Marcellus le regala a Septimus un colgante especial de buena suerte: lo raro era que llevaba una araña negra dibujada, y por la cara de Marcellus Septimus decide llevarse consigo el colgante. Y así, Septimus se adentra en las Antesalas de las profundidades, para poder rescatar a Alther de su destierro equivocado.

Melani Cascales

martes, 27 de marzo de 2012

Los Cowcumber



En casa de Nelly, la niñera de monstruos, la tele había explotado justo en mitad de la novela que Nelly veía con sus padres, Pasión granjera. Luego, dieron sugerencias de como podía terminar el episodio. Después, el padre propuso jugar a las adivinanzas (pero a nadie le divertían).
Cuando de repente sonó el teléfono.
—¡Un monstruo me necesita! —gritó Nelly.
Nelly iba a cuidar al pequeño de los cowcumber, Petal.
Al llegar a la casa, cuando abrió la puerta de color crema, aparecieron dos cowcumber, el padre y la madre, sobre sus dos patas acabadas en pezuñas.
Median casi tres metros, tenían forma de pepino, eran de color verde y tenían las típicas manchas de las vacas lecheras. Pero lo más raro eran que tenían...¡ubres!, ¡tenían ubres en la cabeza! Eran blanditas y se estiraban y se encogían como si fuesen tirabuzones.
A los Cowcumber les gustaba tanto el color crema que tenían, la puerta, los marcos de las ventanas, las escalones de la entrada, las paredes y los muebles de la casa, ¡hasta las flores del jardín eras de color crema!
Cuando Nelly entró a la casa vio que habían comprado una televisión gigante o como la llamaban ellos "Una monstrutele" ¡Tenía 257 canales disponibles!
Los padres de Petal se marcharon, y Petal se sentó en el sofá al lado de Nelly, y encendieron la monstrutele.
Petal puso sus dibujos preferidos, "Los pelusas". Nelly tragó saliva. Al ser ya de noche, Nelly apagó la monstrutele y, casualmente, a Petal se le cayó un diente. Nelly le contó a Petal la historia del " Ratoncito Pérez" .
Nelly puso el diente de Petal bajo la almohada, le dio un beso en la frente y cerró la puerta de su habitación. Nelly estaba en el salón cuando oyó un chillido, fue al cuarto de Petal y se encontró a un monstruo gigante, con alas, mucho pelo, doce garras afiladas, una boca con dientes podridos y una lengua amarilla. ¡Estaba sobre Petal! Nelly cogió a Petal y lo sacó al pasillo, y encerraron al monstruo en la habitación de Petal. Nelly llamó al padre de unos monstruitos que había cuidado. Se llamaba LUMP. Nelly le explicó lo sucedido cuando Lump llegó.
Y Lump le explicó, que a las personas, cuando se les cae un diente, lo ponen bajo la almohada, viene el Ratoncito Pérez y te deja una moneda. Pero cuando a un monstruo se le cae un diente lo tiramos a la basura y atornillamos la tapa del cubo. Nunca se pone bajo la almohada. Porque solo podría ocurrir lo peor de lo peor.... que viniera el "Monstruito Pérez" a tu habitación, y lo único que consigues es un escupitajo, un montón de gruñidos y una criatura infernal llena de odio, que solo tiene una cosa en mente, y es llevarse todos los dientes que hay en la habitación, y no se marchará sin ellos. Da igual que no se te hayan caído o que no se te muevan: te abrirá la boca y te los arrancará. Entonces Nelly tuvo una idea, fue corriendo al salón y mientras buscaba en la monstrutele un canal, les contó a Lump y a Petal que si pulsaba el botón verde del mando, lo que estuvieran dando en ese canal, saldría al salón. Y salió al salón un pulpo de un anuncio de dentaduras. Nelly empujó al pulpo dentro de la habitación, y..... pasada media hora abrieron la puerta y.... nada, ¡el monstruito Pérez se había ido! Y el pobre pulpo se quedó sin ningún diente. El pulpo volvió a la monstrutele, Lump se fue a su casa y justo después aparecieron los padres de Petal por la puerta. Nelly, había vivido una nueva aventura cuidando a Petal.


Melani Cascales (1º ESO B. 2012)

viernes, 10 de febrero de 2012

Freddy, las aventuras de un hámster



Esta es la historia de un hámster, pero no uno cualquiera, sino una raza especial: un ''Mesocricetus Auratus ó hamster dorado". Según él, ambos tenían tanto en común como una calculadora con un ordenador.
Empezaré contando que los hámsters tienen según nuestro amigo tres grandes enemigos: en primer lugar, la falta de alimento; en segundo lugar, la falta de higiene; y en tercer lugar la falta de alimento.
Por fin, llegó el día en el que un hombre lo compró como mascota para su hija Soffie (que tenía 7 años). Al llegar a casa después de transportado en una caja de cartón, Freddy (que así le puso de nombre Soffie) no podía evitar echar de menos a la abuela hámster y a sus hermanos: a ella por sus historias sobre la Tierra prometida de Asiria y la liberación de todos los hámsters; y a sus hermanos por sus continuas riñas.
Su llegada a la casa fue toda una aventura: lo primero fue inspeccionar su nuevo hábitat (le encantó su nueva jaula, con dos ruedas, una de ellas de madera, escaleras con distintas alturas, una madriguera con dos despensas y mucha mucha paja).
-¡¡¡¡¡ Juuuupiiiii !!!!!
Su relación con Soffie fue siempre especial (pues Soffie olía a pipas frescas de girasol). Entre ellos surgió una gran amistad. La niña solía soltar a Freddy por la mesa mientras ella hacía sus deberes y poco a poco nuestro amigo fue poniendo más interés por conocer las letras y aprender a leer, pues su especie era muy inteligente.
Pronto su felicidad se ve empañada pues la madre de Soffie aprovecha un viaje de su padre para deshacerse de Freddy, quien irá a vivir a casa de Amo John, que así lo llamaban sus nuevos compañeros de aventuras, Enrico y Caruso, las cobayas cantoras. Y cómo no, el audaz Sir. Williams, un hermoso y educado gato de Angora, aunque echa mucho de menos a Soffie, pronto descubriría la oportunidad perfecta para comunicarse con Amo John por medio del ordenador y su sueño se verá realizado.
Amo John le permite entrar y salir de su jaula que ahora tiene siempre la puerta abierta, puede leer todos los libros que quiere y con ello descubre que Asiria ó la Tierra prometida, como solía contarle la abuela, estaba allí donde uno se siente libre y realizado, y para siempre desea vivir con Amo John y recibir de vez en cuando la visita de su querida Soffie.


Melani Cascales (1º ESO B. 2012)