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martes, 11 de enero de 2011

El primer viaje alrededor del mundo


Es un diario escrito por el italiano Antonio Pigafetta que narra las peripecias de un grupo de aventureros que se embarcaron en la aventura más larga y heroica jamás relatada hasta la época. Encabezada por Fernando de Magallanes. Fernando de Magallanes era de origen portugués y a la edad de 39 años ya era todo en experto en todo lo que se relaciona con la navegación. Magallanes tenía planeado llevar a cabo un viaje hacia las islas de las Especias, pero realizándolo de una manera totalmente distinta de las que se habían hecho hasta la fecha. Como él mantenía la teoría de que la Tierra era redonda, podía llegar hasta las islas de las Especias desde un punto occidental de Europa encontrando un paso que le permitiera atravesar América para encontrar la ruta. Magallanes necesitaba a alguien que le subvencionara la expedición, por lo que acudió al rey de España, Carlos V, el cual le proporcionó cinco barcos: La Trinidad, que era la nao almirante; la Santiago, capitaneada por Juan Serrano; la San Antonio, capitaneada por Juan de Cartagena; la Concepción, capitaneada por Gaspar Quesada; y la Victoria, capitaneada por Luis de Mendoza y su contramaestre Juan Sebastián Elcano.
Estos tres últimos capitanes eran españoles y no tenían una buena relación con Magallanes simplemente por el hecho de ser portugués. Entre españoles, portugueses, italianos, franceses, flamencos y hasta un inglés formaban una tripulación de 237 personas. El martes 20 de septiembre de 1519 fue la fecha en la que las naves zarparon de Sevilla, deslizándose por el Guadalquivir para desembocar en el Océano Atlántico. Su primera parada fue en las islas Canarias, en las cuales desembarcaron para reponer las provisiones del viaje. Luego retomaron la ruta hacia la Patagonia. Su primera parada en América fue en Brasil, donde se establecieron durante un corto periodo de tiempo en el cual exploraron el Río de la Plata y comerciaron con los nativos. Luego se dedicaron a la búsqueda de un paso hacia el otro lado del mar para poder llegar a las islas de las Especias, entre las cuales se habían fijado como destino las islas Molucas.
Hasta el momento no habían tenido ningún problema, pero tampoco tardarían en llegar pues sufrirían la pérdida de la embarcación de Santiago y además los tres capitanes españoles tendrían problemas con Magallanes, pues había descubierto una conspiración por parte de los capitanes españoles. Pero antes de que tuvieran tiempo de reaccionar fueron capturados y sentenciados. El capitán Juan de Cartagena fue declarado cabecilla y sentenciado a muerte, Luis de Mendoza fue asesinado y a Gaspar Quesada se le perdonó la vida pero fue abandonado en una isla.
Tras la ausencia de los capitanes españoles fueron nombrados nuevos capitanes entre los cuales se encontraba Álvaro de Mezquita, primo de Magallanes, que estaba al cargo de la nao más grande. Pusieron rumbo sur hacia el Antártico bordeando las costas de la actual Argentina. Cansados de no encontrar el cruce entre los dos océanos decidieron desembarcar para abastecerse de provisiones y mientras que parte de la tripulación permanecía en tierra, dos naos serían enviadas para continuar con la búsqueda del paso que les condujera hacia las islas Molucas.
Mientras, la tripulación que permaneció en tierra firme se relacionó con los nativos de aquella zona (incluso hicieron presos a algunos para llevarlos a España y presentarlos al rey). Pasaron dos días hasta que volvieron a ver a las dos naos... y traían buenas noticias: habían descubierto el paso hacia el otro océano. Era el cruce que Magallanes estaba buscando y también era la primera vez que un europeo pasaba por allí, por lo que Magallanes lo bautizó como el estrecho de Todos los Santos, actualmente conocido como estrecho de Magallanes.
Una vez pasado el estrecho estaban decididos a poner rumbo hacia las islas Molucas, pero antes de llegar a ellas tendrían que parar en numerosos sitios. Un día al amanecer se habían percatado de la ausencia de una nave, capitaneada por Álvaro de Mezquita. Magallanes decidió retrasar la ruta para esperar su regreso, pero lo cierto era que un grupo de marineros, cansados del largo trayecto, decidieron tomar prisionero al capitán Álvaro de Mezquita para poner rumbo de vuelta a España.
Así pues solamente quedaban tres naves de las cinco iniciales. Las enfermedades y las hambrunas cada vez eran más frecuentes. Debido al descenso del número de la tripulación ya no podía hacerse cargo de tres naves y tuvieron que vaciar la Concepción para deshacerse de ella y repartirlos los víveres y el cargamento entre la Trinidad y la Victoria.
Al nuevo océano le dieron el nombre de océano Pacífico debido al nivel de calma de sus aguas. Su primera parada en el océano Pacífico fue en las actuales islas de las Filipinas. Allí descubrieron muchos poblados en los cuales comerciaron con los aldeanos cambiándoles espejos, cuchillos, tijeras y diferentes abalorios por comida, oro, especias o cualquier otro producto.
La ciudad en la que más amistad entablaron fue en Cebú en la que convirtieron al rey y a casi toda la población al cristianismo. Los reyes de aquella isla obsequiaron a Magallanes con regalos menos uno, que no quiso reconocer al rey de España y ofendió a Magallanes, por lo cual su poblado fue atacado con el respaldo del rey de Cebú. Durante la batalla una de las flechas envenenadas lanzadas por los indígenas alcanzó en el brazo a Magallanes. Todos intentaron protegerlo, pero cada vez era más difícil mantenerse en la posición por lo que se retiraron y huyeron a las barcas dejándose en tierra al almirante, que enseguida fue apresado por los indígenas, los cuales le mataron.
La tripulación no pudo hacer nada por recuperar el cuerpo del almirante y de los fallecidos en el campo de batalla. De vuelta a la ciudad de Cebú el rey los invitó a una comida a la que afortunadamente no asistieron todos: era una trampa para matar a la tripulación y hacerse con las naves pero consiguieron escapar algunos y advirtieron a los demás de la situación, por lo que inmediatamente abandonaron esa isla y pusieron rumbo a su próximo destino, Borneo. Allí consiguieron trazar buenos lazos de amistad con el rey, el cual les ofreció toda su ayuda e incluso les ayudó a reparar La Trinidad (que cada vez daba más problemas) y a encontrar la ruta hacia las Molucas.
Una vez allí cambiaron lo que les quedaba de cargamento por especias, clavos, nuez moscada, jengibre y otros productos. Una vez terminado el comercio muchos miembros de la tripulación no embarcaron por miedo a no poder llegar a concluir el viaja de vuelta a España y por el hambre y las calamidades que había sufrido a bordo. Además ya solamente quedaba una nave de las cinco pues en la Trinidad tuvieron que descargar su cargamento para abandonarla también, por lo que sólo zarparon con destino a España unos treinta hombres en una única nave.
Bordearon las costas de África e hicieron paradas para recargar víveres, como en Cabo Verde, dominada por portugueses. Allí les llegó la noticia de que el rey de Portugal había mandado algunas naves en busca de Magallanes, para acabar con él y con su tripulación, por estar al servicio de la corona española y traicionar a la corona portuguesa.
Durante el resto del viaje fueron perseguidos por embarcaciones portuguesas, pero éstas al final desistieron de la persecución y los dejaron. Así pues continuaron su regreso a España. El 6 de septiembre consiguieron llegar a Sevilla. Habían realizado la primera vuelta al mundo. De las cinco naves y de los 237 tripulantes que zarparon, solamente regresaron una nave y dieciocho hombres, entre los cuales se encontraba Antonio Pigafetta, el encargado de redactar toda la travesía y gracias al que se ha podido dar a conocer todos los detalles de aquella expedición que fue la primera en dar una vuelta completa a la Tierra.


Álvaro Vidal González (1º Bach F. 2011)

miércoles, 5 de enero de 2011

El mundo de Sofía


El Mundo de Sofía es una novela filosófica que incita a reflexionar sobre nosotros mismos y sobre el mundo que nos rodea. El libro comienza con la presentación del personaje protagonista que en este caso es Sofía, una adolescente de catorce años que vive en un tranquilo pueblo de Noruega. Un día ordinario en la vida de Sofía, al llegar a casa tras el instituto acompañada de su amiga Jorunn, hallaría un sobre amarillo dentro del buzón destinado para ella, que cambiaría no sólo el transcurso de su vida sino también replantearía su manera de ver la vida.
En el sobre amarillo solamente se podía ver el nombre de Sofía Amundsen, ni siquiera ponía remitente por lo cual no podía averiguar por el momento de quién se trataba. Dentro del sobre se encontró un trozo de papel en el que ponía ¿Quién eres? Esa pregunta le hizo reflexionar sobre su origen y sobre el papel que jugaba en este mundo. Sofía seguiría recibiendo cartas de este anónimo, hasta que un día le contestara con otra carta en la cual le exponía que podría presentarse. El anónimo respondió que por el momento no podían presentarse en persona pero sí podía hacerle saber su nombre que era Alberto Knox.
Alberto le proponía un curso de filosofía mediante correspondencia totalmente gratuito puesto que Alberto exponía que solamente se movía por ansia de conocimiento, no por motivos económicos. A partir de ese momento el perro de Alberto, Hermes, sería el encargado de hacer llegar las cartas a Sofía, las cuales depositaría en el jardín debajo de unos arbustos en los cuales Sofía solía esconder algunas posesiones. El intercambio de conocimientos entre Alberto y Sofía seguiría un transcurso normal, en el cual Sofía aprendió sobre temas filosóficos como el origen de la filosofía y sus principales personajes y poco a poco iría adoptando el punto de vista filosófico de su mundo.
Entre el amplio correo que Sofía recibía de Alberto se podría destacar una cinta de vídeo, en la cual Sofía pudo ponerle cara a su profesor de filosofía por correspondencia. Era una filmación en la cual Alberto iba explicando a Sofía las distintas partes de la Acrópolis. Además de la explicación teórica también pudo sumergirse junto con Alberto en la antigua Atenas, en la cual conoció a Sócrates y a Platón y pudo observar el trágico fin del filósofo más grande de todos los tiempos. A la mañana siguiente Sofía tendría el despertar más confuso de toda su vida, pues todavía no podía creer que había dado marcha atrás en el tiempo para situarse en la antigua Atenas.
La intriga y la curiosidad conducirían a Sofía a descubrir más de lo que debería saber. Un día en el que pudo ver cómo el perro del filósofo, Hermes, se acercaba a su jardín para dejarle el nuevo sobre tuvo el impulso de seguir al perro, por lo que Sofía se adentró entre la espesa vegetación que había detrás de su casa hasta llegar a un lago un tanto misterioso, el cual le transmitía una sensación intimidante que le hacía sentirse incómoda. En el centro del lago se podía vislumbrar una vieja cabaña abandonada, a la cual se podía acceder mediante una vieja barca de remo encallada en la orilla del lago.
Sofía tomó la barca y remó hasta alcanzar la cabaña, la cual estaba dispuesta a explorar. Una vez dentro de aquella cabaña confirmó que en aquella cabaña no vivía nadie, pero le llamó la atención un extraño espejo en el cual se reflejaban imágenes de una joven de su edad y no solamente eso sino que también se podía atravesar, como una puerta hacia otro mundo. Sofía salió asustada de aquel sitio y no volvió hasta un tiempo.
Pasado ya un tiempo, Sofía volvió a ver al perro, pero esta vez estaba totalmente decidida a seguir al perro para encontrar al filósofo. Esta vez siguió al perro hasta llegar a otra cabaña en el bosque. Una vez que el perro se introdujo en la cabaña se quedó parado, y para su sorpresa el perro adoptó la forma de un humano: era su profesor de filosofía, Alberto Knox.
Una vez que Sofía y Alberto se presentaron formalmente se produjo una explosión que ocasionó una fisura en la pared, la cual cruzaron y se encontraban en el periodo temporal europeo del Renacimiento. El profesor y la alumna aprovecharon la ocasión y se sumergieron en aquella época y aprovecharon para conocer más de cerca a personajes como Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel, William Shakespeare, etc…
Una vez de vuelta Sofía se puso a pensar en todo, investigó en las cartas que recibió de su profesor de filosofía y encontró una postal escrita en el reverso destinada a una tal Hilde Moller Knag la cual casualmente también tenía 14 años y casualmente iba a cumplir los 15 el mismo día que ella, que era dentro de unos pocos días. En el reverso de la postal se podía ver una imagen de un señor, aparentemente un militar de la ONU por el casco azul que llevaba. Era una felicitación de cumpleaños de un padre hacia su hija.
Adentrados ya en el día del cumpleaños de Sofía, su madre preparó una merienda en el jardín a la cual invitaría a los amigos de Sofía y su profesor de filosofía. Durante la celebración, ya sentados a la mesa, Alberto Knox y Sofía expusieron su deducción sobre la pregunta ¿Quiénes somos? Pues bien, ellos habían llegado a la conclusión de que eran unos personajes pertenecientes a una novela la cual estaba atada a los deseos del autor de ella, puesto que ellos sólo eran producto de la imaginación de una persona. En plena merienda un amigo de Sofía, aturdido, cogió un coche y lo condujo hasta estrellarlo con un árbol cercano. Todos acudieron a su ayuda, menos Alberto y Sofía, que se dirigieron apresurados a la cabaña del lago, la cual Sofía sospechaba que era el origen de todo lo que sucedía puesto que el espejo era la puerta de acceso entre la imaginación y el mundo real.
Una vez en la cabaña Sofía y Alberto atravesaron el espejo y fueron conducidos hasta un lugar en el cual nunca habían estado. Era la casa de Hilde Moller Knag, es decir el mundo real. Pero en aquel mundo ellos no podían comunicarse con las personas, puesto que no eran personajes reales. Sofía y Alberto estuvieron un tiempo en aquel mundo y pudieron observar el regreso al hogar de aquel hombre que salía retratado en aquella postal con un casco azul, y confirmaron su tesis de que solamente eran parte de una novela que aquel hombre escribía para su hija Hilde. Por lo que se sintieron realizados y satisfechos dando respuesta a las preguntas más importantes para un filósofo: ¿Quién soy? y ¿De dónde vengo?


Álvaro Vidal González (1º Bach F. 2011)

sábado, 6 de noviembre de 2010

El señor del cero


José Ben Alvar es un joven estudiante de matemáticas que vivió entre los siglo IX y X, durante el dominio musulmán en gran parte del sur de la península Ibérica. José vivía en la ciudad de Córdoba y era un mozárabe, es decir, un cristiano que siguió viviendo en tierras dominadas por los árabes sin renunciar a su religión. José compartía clase con compañeros islámicos, que solían ser los más numerosos. Cada año, el califa organizaba un concurso de matemáticas en el cual premiaban al ganador; pero José, aunque era el estudiante de matemáticas más brillante de su clase, tenía difícil el acceso al certamen, puesto que era cristiano y normalmente sólo accedían musulmanes.
Un día, en clase, mientras sus compañeros se encontraban en la oración del mediodía , un compañero musulmán llamado Alí Ben Solomon acusó a José de blasfemar en contra de su dios, una afirmación que José negaba rotundamente. Esta afirmación hizo que José abandonara la ciudad e ingresara en el convento de Santa María de Ripoll para poder evitar la condena y eludir los problemas que le atormentarían si mantuviera su estancia en Córdoba. Durante su viaje se detuvo en el monasterio de Sant Joan, un convento de monjas en el que conoció a Emma, una joven de su edad perteneciente a una familia noble que había sido ingresada en el convento contra su voluntad. José congenió bastante bien con ella, pero tenía que proseguir su camino. Finalmente consiguió llegar al monasterio de Santa María de Ripoll, donde fue recibido por el abad Arnulf.
Allí José fue destinado a la biblioteca, donde se encargaría de copiar a mano los libros que se le ordenara. José trajo consigo un volumen de aritmética en el cual explicaba en lengua árabe el sistema de cálculo que utilizaban, totalmente desconocido para los monjes, que seguían manejando el sistema de cálculo que les dejaron los romanos. Gran parte de los monjes consideraban que el sistema de cálculo que José estaba enseñando era una especie de lengua diabólica que ofendía a Dios.
Cada vez que José podía alejarse del monasterio acudía al convento de Sant Joan para encontrarse con Emma, de la cual cada vez estaba más enamorado. Un día mientras estaba hablando con la chica le contó que el Califa tenía propuesto invadir las tierras del norte y que para evitar aquello el rey Lotario había decidido rendir homenaje al Califa obsequiándole con algunas jóvenes nobles su reino para entrar como damas de la corte. Además también reclutarían a todos aquellos que huyeron al norte para evitar el dominio sobre las tierras gobernadas por el Califa.
José y Emma decidieron huir pero no sin antes pasar por el altar: el abad Arnulf, gran amigo de José, estaría dispuesto a casarlos. Una vez casados, Arnulf les ayudó una vez más consiguiéndoles hospedaje en una aldea en la cual estarían a salvo, cerca del monasterio de Leyre, aunque más adelante a José y Emma les gustaría establecerse en la ciudad de Toledo, donde el ambiente y la cultura eran similares a las de su ciudad natal, que tanto añoraba.

Álvaro Vidal González (1º Bachillerato F. 2010)