El libro trata
dos historias en paralelo: El fin del mundo y Un
despiadado país de las maravillas, que aparentemente no tienen mucho
que ver, pero conforme va avanzando la trama, intercalando capítulos de estas,
vamos relacionándolas (o intentándolo).
La
primera historia, El fin del mundo, comienza con un hombre que
desconoce su propia identidad, adentrándose en una ciudad de lo más peculiar,
de la que no se puede salir una vez entras, y para la que es necesario
abandonar tu sombra, no en un sentido metafórico: tu sombra. En esta ciudad,
poblada entre otros por unicornios dorados, se encargará de leer los sueños de
los habitantes.
Por otra
parte, tenemos El despiadado país de las maravillas, que tiene como
protagonista un personaje que, aunque él sí, nosotros no conocemos su
identidad. Lo que sí sabemos es que trabaja para el sistema, como
calculador, en la ciudad de Tokio y que tiene un grupo enemigo, los
semióticos, que se mueven en el mercado negro. Recurriendo a los servicios
de un científico y su nieta, acabará enfrentándose a otro grupo de enemigos en
el escenario en el que se desarrolla la mayor parte de esta historia, las alcantarillas.
Aunque
por el resumen de la primera historia nos pueda parecer una fantasía muy
juvenil porque menciona unicornios y un mundo fantástico, se trata de una
lectura de lo más compleja, de envolver varios personajes con una psicología
totalmente diferente y muy definida en cada caso.
La manera
en la que se avanza contando desde la perspectiva del narrador, que es el
protagonista con cada detalle puede atraparte desde el primer momento o
distraerte de la trama principal. Recuerdo un momento específico en el que
en El país de las maravillas, mientras
espera al científico para el que trabajará, hace una reflexión de dos páginas
completas sobre la opinión que le crea una persona dependiendo del tipo de sofá
que tenga en su salón. Y es que me ha llamado la atención tanto la calidad de
los debates psicológicos que se producen con cada personaje como la calidad de
las descripciones de estos dos mundos, que al tratar tanta fantasía de no ser
por estas serías muy fácil perder el hilo de la trama.
También
es notable la capacidad de crear tensión en el final de cada capítulo para que
nos leamos el siguiente, que trata otra historia, y querer pasar al siguiente
para saber cómo se resolverá creando así una constante tensión entre ambas
historias. Pero con todo esto no es una lectura que recomiende para pasar el
rato, ya que aun estando atento de cada detalle y comprendiendo cada palabra,
el libro deja ideas, no sin resolver, pero dejándonos pensar. El libro no nos
dice qué tenemos que pensar: nos ofrece la historia… y nosotros sacamos
nuestras conclusiones.
María José Arnaldos (1º Bach E) (2020)
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