Antón Pávlovich Chéjov fue un genio en el XIX y sin lugar a dudas es un genio todavía hoy. Entre las decenas de relatos breves que escribió durante su corta existencia —se dice que escribió más de mil cuentos de más o menos extensión y calidad literaria—, este libro es una selección que incluye el célebre “La Señora del Perrito”, así como “Casa con desván” o “Ana al cuello” (este último es de mis predilectos). Chéjov introdujo innovaciones en sus obras que se pueden considerar diminutas revoluciones en el género del cuento y por esto se le considera en la actualidad maestro e iniciador del cuento moderno.
Al terminar de leer un relato de Chéjov, uno queda perplejo. Perplejo porque ha sido ametrallado con silencios llenos de sentido, con vacíos plenos a rebosar de secretos, de sentimientos ocultos que debe uno revelar. Perplejo porque es difícil entender qué quiere mostrarnos el autor con sus textos, pues lo más probable es que no quiera enseñarnos ninguna lección. Perplejo porque pese a la aparente sencillez de sus historias, al argumento enjuto, que pueden parecer huecas si son leídas con superficialidad, nos encontramos en realidad frente a minas de sentimientos. El final del cuento no nos dice nada concreto, no es un final impresionante como quizá habían sido los de Charles Dickens (“Cuento de Navidad”) sino un final banal, corriente, que sigue con el espíritu del texto sin añadir algo más sugerente. Sin embargo, no es el final el que importa, no hay moraleja ni conclusión. Lo interesante son las impresiones que Chéjov deja en nuestra alma con sus palabras.
Es curioso leer cualquiera de los diez cuentos que contiene este volumen, porque al hacerlo se dibuja ante uno un cuadro de la Rusia zarista de finales del XIX con tal lujo de detalles que es apasionante analizar cada uno de éstos. El relato mismo que da título al libro, “La Señora del Perrito”, cuenta la historia de una joven muchacha que es seducida por un hombre casado que se convierte en su amante. Es una historia triste por lo imposible y complicado de la relación, pero retrata con mucha claridad los deseos y frustraciones fruto de las convenciones sociales. Los diálogos entre los dos amantes son escuetos, pero con pocas palabras logra uno imaginar la llama que arde en sus corazones.
Pero si he de elegir un cuento, aunque me sería difícil decantarme por alguno, sería probablemente “La Esposa”, otra historia de infidelidades entre la clase media-alta rusa para analizar con detenimiento. Sorprende el modo en el que la esposa de un viejo doctor insiste en que no le dejará pedir el divorcio pues se niega a perder su posición social, aunque admite haberle engañado con un chico cuatro años más joven que ella. Y no sólo esto, sino que además le pide el pasaporte para poder ir a visitarlo a su lugar de residencia.
Chéjov, tal vez por su profesión (la medicina), conoció a individuos de todas las clases sociales y en sus cuentos no quiere limitarse a tratar a la burguesía o a la aristocracia, sino que sus personajes son granjeros, campesinos, amanuenses o incluso veterinarios y profesores. Y es que sus protagonistas no son héroes ni villanos, sino personas corrientes con vidas corrientes pero con una complicada psicología de la que Chéjov nos da pinceladas para que el resto lo adivinemos nosotros. Así, es fácil hacerse una idea de las enormes diferencias sociales existentes entre la población rusa (sociedad estamental), y de los convencionalismos, los prejuicios y la hipocresía propios de las clases más altas. Esta variedad de personajes se da también en los registros y las voces, que cambian de un cuento a otro con una facilidad y maestría fascinantes.
Los relatos de Chéjov muestran una situación de la vida cotidiana en la que lo más importante son los pequeños detalles, comentarios, gestos o miradas que transforman la historia en puras dosis de ejemplos de los grandes temas del ser humano, como el amor o la muerte – léase “Enemigos” en el caso de ésta última. Pero si hay algo que podría unificar todos sus textos, es la tristeza y el pesimismo con el que Chéjov parece apuntarnos con el dedo y señalar que, frente a los breves momentos de felicidad que nos brinda la vida, los de decepción y melancolía siempre serán mayores.
Sin lugar a dudas, este libro es una lectura obligada para cualquiera que sienta pasión por la literatura o, en su defecto, interés en conocer un país frío y curioso como es Rusia. Cada cuento de este volumen se podría ampliar y transformar en novela. Pero Chéjov prefirió que su genialidad se sirviera en pequeñas porciones, y desde luego hubiera sido muy difícil hacerlo mejor.
Al terminar de leer un relato de Chéjov, uno queda perplejo. Perplejo porque ha sido ametrallado con silencios llenos de sentido, con vacíos plenos a rebosar de secretos, de sentimientos ocultos que debe uno revelar. Perplejo porque es difícil entender qué quiere mostrarnos el autor con sus textos, pues lo más probable es que no quiera enseñarnos ninguna lección. Perplejo porque pese a la aparente sencillez de sus historias, al argumento enjuto, que pueden parecer huecas si son leídas con superficialidad, nos encontramos en realidad frente a minas de sentimientos. El final del cuento no nos dice nada concreto, no es un final impresionante como quizá habían sido los de Charles Dickens (“Cuento de Navidad”) sino un final banal, corriente, que sigue con el espíritu del texto sin añadir algo más sugerente. Sin embargo, no es el final el que importa, no hay moraleja ni conclusión. Lo interesante son las impresiones que Chéjov deja en nuestra alma con sus palabras.
Es curioso leer cualquiera de los diez cuentos que contiene este volumen, porque al hacerlo se dibuja ante uno un cuadro de la Rusia zarista de finales del XIX con tal lujo de detalles que es apasionante analizar cada uno de éstos. El relato mismo que da título al libro, “La Señora del Perrito”, cuenta la historia de una joven muchacha que es seducida por un hombre casado que se convierte en su amante. Es una historia triste por lo imposible y complicado de la relación, pero retrata con mucha claridad los deseos y frustraciones fruto de las convenciones sociales. Los diálogos entre los dos amantes son escuetos, pero con pocas palabras logra uno imaginar la llama que arde en sus corazones.
Pero si he de elegir un cuento, aunque me sería difícil decantarme por alguno, sería probablemente “La Esposa”, otra historia de infidelidades entre la clase media-alta rusa para analizar con detenimiento. Sorprende el modo en el que la esposa de un viejo doctor insiste en que no le dejará pedir el divorcio pues se niega a perder su posición social, aunque admite haberle engañado con un chico cuatro años más joven que ella. Y no sólo esto, sino que además le pide el pasaporte para poder ir a visitarlo a su lugar de residencia.
Chéjov, tal vez por su profesión (la medicina), conoció a individuos de todas las clases sociales y en sus cuentos no quiere limitarse a tratar a la burguesía o a la aristocracia, sino que sus personajes son granjeros, campesinos, amanuenses o incluso veterinarios y profesores. Y es que sus protagonistas no son héroes ni villanos, sino personas corrientes con vidas corrientes pero con una complicada psicología de la que Chéjov nos da pinceladas para que el resto lo adivinemos nosotros. Así, es fácil hacerse una idea de las enormes diferencias sociales existentes entre la población rusa (sociedad estamental), y de los convencionalismos, los prejuicios y la hipocresía propios de las clases más altas. Esta variedad de personajes se da también en los registros y las voces, que cambian de un cuento a otro con una facilidad y maestría fascinantes.
Los relatos de Chéjov muestran una situación de la vida cotidiana en la que lo más importante son los pequeños detalles, comentarios, gestos o miradas que transforman la historia en puras dosis de ejemplos de los grandes temas del ser humano, como el amor o la muerte – léase “Enemigos” en el caso de ésta última. Pero si hay algo que podría unificar todos sus textos, es la tristeza y el pesimismo con el que Chéjov parece apuntarnos con el dedo y señalar que, frente a los breves momentos de felicidad que nos brinda la vida, los de decepción y melancolía siempre serán mayores.
Sin lugar a dudas, este libro es una lectura obligada para cualquiera que sienta pasión por la literatura o, en su defecto, interés en conocer un país frío y curioso como es Rusia. Cada cuento de este volumen se podría ampliar y transformar en novela. Pero Chéjov prefirió que su genialidad se sirviera en pequeñas porciones, y desde luego hubiera sido muy difícil hacerlo mejor.
Gala Hernández López (2º Bach E. 2011)
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