En
este libro titulado Muerte entre líneas, de Donna Leon, abarcamos el
tema del mercado negro de libros. Todo comienza en el despacho de
Brunetti, el comisario veneciano recibe una llamada procedente de la Biblioteca
Merula para informarle sobre la desaparición de libros antiguos y de gran valor.
Inmediatamente Brunetti se desplaza hasta la biblioteca veneciana para hablar
con su directora, y algunos integrantes del personal, entre ellos Sartor, el
vigilante de la biblioteca. Allí contabilizan todos los libros
desaparecidos o dañados, y señalan a un posible sospechoso, este es Nickerson.
Un lector que frecuentaba la biblioteca y al parecer había pedido revisar
algunos de los libros que ahora, estaban desaparecidos. Tras días de
investigación descubrieron que Nickerson no existía. Los documentos de
identificación y la carta de recomendación de la Universidad de Kansas, que
había aportado a la biblioteca afirmando que era catedrático, eran falsos.
Realmente no era esa persona.
Entonces, el
comisario Brunetti siguió averiguando más sobre los lectores frecuentes de la
biblioteca, fue así como supo de la existencia de Franchini. Un hombre
mayor que leía a los Padres De la Iglesia y había sido cura, nadie en la
biblioteca sospechaba de él, era prácticamente como uno más del personal, pese
haber estado presente en el momento del robo de los libros. Durante el
desarrollo de la investigación una noticia lo cambia todo: la muerte de
Franchini. Este se halla muerto en su apartamento de forma misteriosa y
bastante violenta, había muerto por patadas en la cabeza. Y es que, bajo la
apariencia de aquel hombre inocente, creyente e incapaz de cometer un delito,
se escondía un mentiroso, estafador y ladrón. La mayoría de libros
desaparecidos en la biblioteca se encontraban en su apartamento, pues Franchini
estaba sumergido en el mercado negro de libros, los robaba por encargo y los
vendía. Aunque no realizaba esta tarea solo, Sartor le ayudaba a conseguir
los libros, debido a que el vigilante le debía dinero que un día Franchini le
prestó, Sartor le ayudaba para pagar su deuda. De la misma forma que se hacía
con los libros Franchini lo hacía Nickerson, ambos trabajaban juntos, pero un
día tuvieron una discusión y simplemente Nickerson se marchó.
Brunetti
pudo descubrir todo esto gracias a una visita que realizó al vigilante Sartor
para charlar con él sobre el asesinato y el robo, ya que sospechaba de él. Aquella
tarde Sartor confesó que fue cómplice del robo y temía perder su trabajo, pero
ese no fue el gran descubrimiento del comisario, sino que fue gracias a un
torpe comentario de la inocente esposa de Sartor, desveló que las botas, arma
con la que se propinaron las patadas a Franchini y posteriormente le causaron
la muerte, se encontraban dentro del domicilio, eran suyas. Y así se
cierra la novela policiaca dejando recaer el delito de homicidio y cómplice de
robo al que parecía un inocente vigilante de biblioteca.
Esta novela policiaca me ha gustado a la par que me ha sorprendido por la cantidad de crímenes y delitos que puede haber tras el mercado negro de libros, así como si habláramos de droga. Pues realmente los libros de los que se habla en la historia tienen un gran valor, y como informa en la contraportada del libro, Donna Leon se inspiró para hacer esta obra en un hecho real, esto ocurre realmente, y por eso me ha parecido bastante interesante leer sobre ello. Considero que la primera parte del libro es demasiado lenta y calmada pues no es hasta la muerte de Franchinni, casi al final de la lectura, cuando todo se agiliza y crea más misterio y curiosidad. Pese a ese dato la lectura se me ha hecho de agrado, sobre todo porque toda la historia se desarrolla en la ciudad de Venecia, a la que viajé hace poco, y recorrer esta ciudad de otra forma distinta; conocer el espíritu inconfundible de los venecianos, a través de la lectura, me ha parecido increíble, y me ha hecho reflexionar sobre el gran poder que tienen los libros para hacernos conocer cualquier parte del mundo simplemente leyéndolos.
Ángela Palazón (2023)
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