sábado, 6 de noviembre de 2021

Almendra

 


Yunjae tiene dieciséis años, pero no es un chico normal. Su cerebro es especial. No se ha desarrollado como el de otros chicos de su edad. No puede sentir emociones. Y si no puede sentirlas, tampoco puede expresarlas mediante la risa o el llanto. Todo esto le pasa factura. Es considerado rarito en el instituto. Pero su madre no se da por vencida. Ensaya con él su reacción ante distintas situaciones. Si ves un coche, quítate de en medio, le decía. Si uno te sonríe, haces lo mismo. Lo más cómodo es hacer lo más parecido a la persona que tienes enfrente. Esto le permite llevar una vida relativamente normal. Pero la mala suerte se ceba con él. Debido a una agresión, su madre permanece en estado vegetativo. Yunjae está solo en la vida. ¿Quién le va a enseñar a reaccionar ante las nuevas situaciones que tendrá que vivir? ¿Será capaz de tener amigos o relacionarse con chicas? La ciencia dice que no, pero el funcionamiento del cerebro es todo un misterio.

El libro en general me ha gustado. La lectura es amena. Empezaré diciendo lo que no me ha gustado. Sinceramente, no me ha entusiasmado. No me ha sorprendido. Desde el primer momento, pensé que acabaría justo como lo ha hecho. Sabía que Yunjae acabaría siendo un muchacho normal, capaz de sentir. El libro me ha recordado a estas series coreanas que nos gustan tanto a los jóvenes y que están de moda en Netflix. Por muy difícil que sea la situación del protagonista, todo termina bien. Yunjae, a pesar de lo que dicen los médicos, acaba sintiendo emociones. La madre despierta de su estado gracias a Yunjae. Aunque se encuentra solo en el mundo, Yunjae encuentra la figura del doctor Shim, que se comporta como un padre para él. Yunjae incluso se echa novia y consigue que Goni sea un buen chico. Todo es demasiado perfecto para mi gusto. Existen otras cuestiones que sí me han gustado. En primer lugar, la existencia de dos personas, que tratan de forma completamente diferente a sus hijos. Para mí, lo mejor de todo con diferencia es el esfuerzo de la madre de Yunjae, que en contra de lo que dicen los médicos, intenta educar a su hijo para que pueda ser una persona normal. Ensaya como debe ser su comportamiento en diferentes situaciones. Es una tarea enorme, que sólo una madre será capaz de hacer. En el lado opuesto está el padre de Goni. No cree en él, no espera nada de él y le pasa lo peor que le puede ocurrir a un padre, que se dé por vencido. Este comportamiento casi acaba de la peor forma posible, con Goni convertido en un delicuente. Muy relacionado con lo anterior, también he reflexionado sobre lo poco que valoramos tener una vida normal. Yunjae quiere ser discreto en todo momento. Quiere que no le señalen. No desea que su profesora se compadezca de él por lo que ha vivido. Tampoco desean que le hagan continuamente preguntas. Aquí es donde me he identificado con el protagonista. Ante una situación como la que vive Yunjae, a mí también me gustaría ser lo más invisible posible. El libro me ha hecho pensar que debemos sentirnos afortunados por sentir, por llorar o por reír, aunque nuestra vida no esté llena de emociones. En muchas ocasiones intentamos inventarnos una vida maravillosa, llena de viajes espectaculares, rodeados de teléfonos de última generación y otros lujos, comiendo en restaurantes de moda o disfrutando de lugares estupendos. Pero la vida es más sencilla. Si nuestra vida es normal, si unas veces lloramos y otras reímos, si nos relacionamos con normalidad con los demás, entonces debemos sentirnos afortunados.

 

Ana Belén Illán (2021)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.