Un chico cuenta la historia de cuando era pequeño y conoció a una chica llamada Selva. Ella vivía en un lugar con lianas y animales salvajes. Era negra y alegre, tenía los ojos que parecían el mar y en ella habitaba el desierto (eso decía él).
La primera impresión que le dio fue de admirarla o de reírse al decir que su nombre era Selva, y él eligió lo primero.
Cuenta que un día Selva apareció con una bicicleta en muy mal estado. A todos les gustaba más la bicicleta de Selva porque tenía una historia. Decía que era la bicicleta de cuando estaban en guerra y lo buscaban por ayudar a unos presos. Allí llevaba las cartas a los ancianos, a la chica más guapa del poblado.
Selva le preguntó si podía pintar una selva con los seis colores que ella había traído. Cuando se puso a pintarla vio que no había verde, pero en vez de coger el suyo lo pintó de otro color y ella se alegró.
Cuando el chico no fue a la casa de su abuelo a darle la merienda, Selva apareció con su bici y se la dejó para que pudiera ir rápido. Como era un sopero vio que había una carta y cuando la leyó vio que iba dirigida a él. Cuando se encontraron le dijo que como su abuelo iba a morir le ayudara, y ellos dos juntos hicieron tres botellas: en dos había poesías (una sobre el cielo y otra sobre la arena) y en la tercera había el sonido de las dunas. Cuando se lo dieron a su abuelo salieron sorprendidos y de la mano. Luego dieron una vuelta en la bicicleta.
Lidia Romero Alcolea (2º ESO B. 2011)
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