David con 18 años se va a vivir con su amigo de la infancia, llamado Carlos, a la calle. Y como no tienen dinero sobreviven con lo que le dan por tocar en el metro. Es entonces cuando David se enamora de una chica a la que ve cuando por las mañanas va al metro para llegar a su trabajo. Él no le habla, pero le escribe un precioso poema y se lo da. Y por cosas del destino ella se escapa de casa y se queda con él. Tras muchas andaduras, tras vivir en lugares inhóspitos y trabajar en sitios repugnantes el libro termina cuando David encuentra un trabajo y puede cuidar de María, que cae enferma. Ahora los dos saben que se quieren y su vida es más feliz.
Lo que más me ha gustado del libro han sido sus preciosas poesías, sobre todo la que David escribe a María, que es ésta:
Báilame el agua.
Úntame de amor y otras fragancias de tu jardín secreto.
Riégame de especias que dejen mi vida impregnada de tu olor.
Sácame de quicio.
Llévame a pasear atado a una correa que apriete demasiado.
Hazme sufrir.
Aviva las ascuas.
Ponme a secar como a un trapo mojado.
No desates las cuerdas hasta que sea tarde, demasiado tarde.
Sírveme un vaso de agua ardiente y bendita
que me queme por dentro,
que no sea tuya ni mía, que sea de todos.
Líbrame de mi estigma.
Llámame tonto.
Sacrifica tu aureola.
Perdóname.
Olvida todo lo que haya podido decir hasta ahora.
No me arrastres.
No me asustes.
Vete lejos.
Pero no sueltes mi mano.
Empecemos de nuevo.
Sangra mi labio con sanguijuelas de colores.
Fuma un cigarro por mí.
Traga el humo.
Arréglalo y que no vuelva a estropearse.
No lo tragues.
Échalo fuera.
Crúzate conmigo en una autopista a cien por hora.
Sueña retorcido.
Sueña feliz, que yo me encargaré de tus enemigos.
Dame la llave de tus oídos.
Toca mis ojos abiertos.
Nota la textura del calor.
Hasta reventar.
Sé yo mismo y no te arrepentirás.
¿Por cuánto te vendes?
Regálame a tus ídolos.
Yo te enviaré a los míos.
Píllate los dedos.
Los lameré hasta que no sepan a miel, hasta que dejen de ser miel.
Sal, niégalo todo y después vuelve.
Te invito a un café.
Caliente, claro.
Y sin azúcar.
Sin aliento.
Mª Consuelo Pardo Gil (1º ESO B. 2011)
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