Carly era una niña muy miedosa. Se asustaba de su propia sombra. Steve y Chuck eran amigos de Carly, y les encantaba gastarle bromas.
Sabrina, la mejor amiga de Carly, le preguntó: ¿De qué te vas a vestir este Halloween? Ella contestó que no lo sabía, pero de algo muy aterrador, para poder asustar a Steve y Chuck. Sabrina dijo que se vestiría de bruja, como todos los años.
Carly se dirigió a la tienda de máscaras sola, entró y empezó a mirarlas, pero ninguna daba el suficiente miedo. De pronto vio una puerta entornada y entró. Había allí muchas más máscaras, que sí daban auténtico horror. De pronto entró el vendedor y le gritó que saliera de allí. Pero Carly le dijo que quería una de las máscaras, aunque sólo llevaba encima 32 euros.
El vendedor se la da, aunque le avisa de que las máscaras no son normales.
Cuando Carly salió de allí se puso la máscara, habló... y la voz salía más grave. Se intentó quitar la máscara pero era imposible. El vendedor, viendo que Carly se ponía a chillar, le dijo que no lo hiciera, que podría despertar a las máscaras.
Las máscaras abrieron los ojos y salieron flotando detrás de Carly, mientras ella corría lo que podía. Cuando por fin las perdió se vista, se paró y descansó, pero por una esquina aparecieron y la rodearon. Dándose un tirón muy fuerte se quitó la máscara que llevaba puesta... y las demás desaparecieron.
Volvió a su casa y se miró a un espejo. Su cara era normal: no se le había deformado ni nada.
Carly prefirió olvidarse de todo aquello y volver a la normalidad.