miércoles, 26 de octubre de 2011

Guía del autoestopista galáctico



Un jueves por la mañana Arthur Dent, un terrícola cualquiera, se despertó dispuesto a detener la demolición de su casa, pues iban construir una vía de circunvalación justo donde ésta se encontraba. Cuando inesperadamente su viejo amigo Ford Prefect se presentó allí. Alegando que debía contarle una cosa de vital importancia consiguió alejar a Arthur de su misión.
Ford era consciente de la irrelevancia del derribo de la casa de Arthur, puesto que ese mismo jueves la tierra iba a ser destruida para construir una nueva autopista hiperespacial. La raza responsable de esta catástrofe (intrascendente para el resto de razas de la galaxia) eran los vogones. Ford, que no era terrícola sino que provenía de un pequeño planeta cercano a Betelgeuse, los conocía muy bien y lo había planeado todo para salvar su vida y la de su amigo, que ignoraba la existencia tanto de los vogones como de Betelgeuse.
Se colaron sin ser vistos en la nave de la Flota Constructora Vogona, a esto Ford lo llamaba simplemente “hacer autoestop” y era precisamente a lo que se dedicaba, guiado por un libro llamado Guía del autoestopista galáctico, se trataba de un dispositivo electrónico que dice todo lo que necesitas saber sobre cualquier cosa y Ford era el encargado de la investigación de campo para hacer una nueva edición revisada.
Cuando el capitán de la Flota Vogona descubre su presencia en la nave se debate entre arrojarlos sin más al espacio o leerles antes alguno de sus poemas, amenaza espeluznante, pues la poesía vogona es considerada la tercera peor del Universo.
Tras ser arrojados al espacio son casualmente rescatados por una nave robada, el Corazón de Oro, pilotada por el mismísimo Zaphod Beeblebrox, un ser de dos cabezas que fue presidente de la galaxia y además resulta ser medio primo de Ford Prefect. Junto a él se encuentran Trillan, la segunda superviviente de la tierra y Marvin, un robot un tanto quejica.
El objetivo con el que robaron la nave era buscar un planeta legendario llamado Magrathea, este planeta constituía una especie de leyenda antigua según la cual en él se construían planetas a medida del demandante. Allí descubren que la Tierra no es un planeta natural sino que fue construido artificialmente por encargo de los ratones, con la intención de experimentar con humanos.
Tras esta gran aventura Arthur toma conciencia de que deberá quedarse en el espacio y ser otro “autoestopista galáctico” durante bastante tiempo, dando así pie a los cuatro libros que continúan esta serie.

Se trata de una novela de ciencia ficción en clave de humor y sin grandes pretensiones que no deja indiferente a nadie. Es una lectura ligera y amena que capta tu atención desde el primer momento. Douglas Adams desarrolla todo un mundo totalmente nuevo para nosotros, es por esto que en ocasiones puede resultar una lectura enrevesada o difícil de seguir, pero basta con que nos acostumbremos a los nombres peculiares y a los escenarios inverosímiles para sumergirnos en un divertidísimo mundo extraterrestre. En numerosas ocasiones se nos presentan fragmentos de la mencionada Guía del autoestopista galáctico que lleva siempre consigo nuestro protagonista, estos son los más desternillantes pues nos dan la visión de los extraterrestres sobre ciertos objetos terrestres y sobre la tierra en sí misma.
El libro se basa en una serie cómica de radio, de la cual reúne lo más importante adaptándolo a la novela y atando, con mayor o menor lógica, los cabos sueltos de ésta.
Es un libro al que no se le puede buscar sentido ni significado, pero que no dejará a nadie insatisfecho.


Sensi de los Reyes-García Pastor (2º Bach A. 2011)

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